JovenEvans

20.   Miranda enfurecida se descargaba sobre el pobre Fred.    –       ¿Dónde demonios se metió ese pequeño demonio?      –       Se lo asegura señora, lo perdí de vista durante unos segundos y ya no lo volví a ver, perdóneme, se lo ruego. – Arrodillado lloriqueaba.    –       Encárgate de encontrarlo, necesito atender a los invitados – Ladró y luego se alejó mascullando.   Inmediatamente el mayordomo alzó la voz llamando a un joven que cerca de él pasaba.      –       Este es el joven Daniel – le señaló mostrándole

17.   La ángel golpeaba la puerta de metal que se hallaba oculta en la entrada de un túnel. Detrás de ella le seguían Evans y Raquel.      –       ¿Santo y Seña? – dijo la voz desde el otro lado de la puerta.      –       Nube de Azúcar. – Contesto Celeste.   Se abrió el pesado portón, del otro lado esperaba un ángel uniformado. Era macizo y frío, pero al ver a Celeste se alegró.    –       Jefa, me alegro de que haya regresado a salvo.      –       Avísale a Red que he regresado, ellos vienen conmigo. – Dijo a la vez que pasaba al

14.   El hermano mayor de Evans había regresado a su departamento dejando a su madre sola en su vieja casa, ella descansaba frente a la chimenea sentada plácidamente en su silla mecedora, el daño de la muerte de su hijo le había perturbado el sueño, así que trato de desconcentrarse escuchando su vieja radio. Era una señora ya de avanzada edad, valiente luchadora por sus hijos, que salió adelante aún con el peso de la temprana muerte de su marido solo con la ayuda de su fallecida madre. Escuchaba viejos cassettes de una de sus artistas favoritas, Cyndi Lauper. Cerró los ojos y se acomodó

11. El vehículo avanzaba rápidamente por las calles de la ciudad, por donde pasaba los demás vehículos en las calles debían moverse a los lados para abrirles el camino. Taylor estaba irritado, bastante irritado, jugaba con las correas que adornaban su cinturón, los enrollaba sobre su dedo y luego los desenrollaba, repitiendo esta acción varias veces. Kyle le acompañaba, al volante como era usual. Dio un paseo matutino por la ciudad, observaba a todas direcciones con expresión calculadora, se le notaba cansado, con remarcadas ojeras por las horas en la noche que paso descargando su furia sobre el d

8. A las afueras de la ciudad se encontraba el puesto de mando del Capitán Taylor. Él se encontraba en una reunión con sus tenientes, todos lucían unos uniformes de tono verdoso oscuro, con largas botas y se diferenciaban por la cantidad de medallas que cargaban en sus pechos. Era un espacio pequeño por lo que tenían que doblar las alas más de lo usual lo cual era molesto.    -         Hemos colocado puestos de vigilancia por toda la zona, ahora solo es cuestión de tiempo de que aparezca. – Decía el Teniente Kyle, mientras señalaba las ubicaciones de estos puestos de vigilancia.    -

El Capitán Taylor era merecedor de su título en la Armada. Entre su gran historial de logros se encontraba la batalla que lidero contra la rebelión del Infierno, calmando efectivamente a los rebeldes. Además de que fue uno de los principales colaboradores para los nuevos sistemas defensivos de la gran prisión. Dibujo los planos de la gran arma celestial el Cañón Hakken, potente arma que debuto en la gran rebelión anteriormente mencionada. Era un prodigo sin duda, siempre perfecto en todo lo que hacía, y con toda la confianza que había ganado por parte de sus superiores se le fue encargada una

En el mundo de la espera se vive un gran silencio, es un mundo más bien triste, sin mucho ánimo por parte de su población. Ya que quienes viven aquí revivirán una y otra vez la imagen de su muerte y las consecuencias que esta traerá, viendo cómo reaccionan sus seres amados. Están quienes aún no tienen un destino en el mundo de la muerte. No hay Paraíso ni hay Infierno. Pero en la cárcel del mundo de la espera, ya todos tienen su destino. Y las torturas les aseguran bien hacia donde se dirigen, desde luego que no es un lugar de amor y paz.   Y en la prisión del mundo de la espera siem

    -      (Jamás pensé que me vería a mí mismo en una situación como esta, ya sabes… Decidir entre la vida o la muerte) – Al borde de la cornisa se avecinaba una entrada, una entrada que definiría todo de ahora en adelante. Bajo la oscuridad de la noche, las calles brillaban por el tránsito vehicular, y en la habitación apestaba por el licor que se había vertido sobre la alfombra accidentalmente, ahogado por las esencias huyó al balcón para respirar, pero se encontró con una propuesta mucho más jugosa. A sus pies estaba, con letras grandes y brillantes, la salida f